Dra. Román: “Luchamos para que estos niños tengan la oportunidad de serlo y tengan la posibilidad de elegir su propio destino”
Entrevista a la Doctora Juana María Román, presidenta de la Fundación Amazonia
Para quién no conozca a la Dra. Román, ¿quién es y cómo resume su trayectoria profesional?
Soy pediatra. Me formé en la Facultad de Granada, hice el doctorado en Barcelona y después estuve un año en un hospital del norte de Alemania y, posteriormente, realicé estancias en el extranjero, en EE.UU más concretamente. A mi regreso entré en Son Dureta y tuve el privilegio de ser la primera mujer del país en ser jefa de servicio, en este caso de la unidad de pediatría del hospital, una actividad que desempeñé hasta mi jubilación durante muchos años.
De mi trayectoria me quedo también con mi ingreso en la Real Academia de Medicina Española, en el año 1978, siendo también la primera mujer que formaba parte de una de las máximas instituciones académicas en España –la segunda en hacerlo fue Carmen Conde quien, en 1979, entró a formar parte de la Real Academia de la Lengua-.
Cómo y cuándo surge en usted ese impulso solidario que le lleva a preocuparse por niños y adolescentes de países desfavorecidos?
Hace 25 empecé mi travesía por el mundo de la cooperación en la Amazonia brasileña, de ahí recibe su nombre nuestra fundación, Fundación Amazonia. Allí desarrollamos muchísimos proyectos de salud porque era un lugar con una mortalidad infantil pavorosa y unas condiciones sanitarias terribles. Creamos centros de salud y al final todo se vertebró en la puesta en marcha de un hospital que actualmente está en funcionamiento.
A continuación, mi segunda etapa vital de cooperación coincidió con las consecuencias del Huracán Mitch en Centroamérica. Fui enviada al lugar de la tragedia por el Gobierno Balear para identificar y ejecutar proyectos muy interesantes para asistir a la población damnificada.
En qué proyectos está inmersa actualmente la Fundación Amazonia.
En estos momentos nos encontramos en una tercera etapa de la fundación que se enfoca completamente en Bolivia, el país más pobre de América Latina que posee la mortalidad infantil más alta de todo el continente. Allí empezamos a trabajar con los niños de la calle en el que se centra el proyecto actual que estamos desarrollando, de forma humilde pero grandioso. Tenemos un hogar de 80 niños de la calle de ambiente de extrema pobreza, sin hogar y que suelen vivir en condiciones de explotación y marginalidad. Al mismo tiempo, contamos con un hogar para niñas procedentes de entornos con condiciones sociales extremas y guarderías en zonas muy deprimidas. Una de estos centros lo pusimos en marcha en una cárcel para atender a esos niños que, sin tener culpa alguna, están pagando en prisión, y en condiciones infrahumanas, los delitos de sus padres. Ha sido la primera guardería en un centro penitenciario en Bolivia. Otro de nuestros proyectos es una panadería-taller para la formación de panaderos porque como nuestro proyecto es “De la calle a la vida”, se interesa por todo el proceso: hábitat, acogida, nutrición, apoyo y matriculación escolar, formación profesional etc. Actualmente tenemos 6 niños en la universidad, críos que estaban en la calle solos y que ahora están estudiando, por ejemplo, arquitectura.
Es una actividad muy intensa, muy dura… Antes se contaba con ayudas públicas para esto pero en 2012 se recortaron 1.200 millones de euros en cooperación internacional y pasamos a tener 0 subvenciones. Por eso vivimos de nuestros socios y donantes, en definitiva, de lo que generamos con nuestros propios recursos. Nos presentamos a todas las convocatorias de empresas privadas que aparecen y de hecho, este último centro surge de un proyecto que patrocina una fundación suiza.
Nos hemos propuesto un desafío: que en diez años estos niños de la calle desaparezcan en esa ciudad (Sucre). Y de hecho van a desaparecer porque ahora llevamos siete años y cuando salimos por la calle ya no hay niños en esas condiciones, casi han desaparecido. Tenemos 80 niños en nuestros programas, algunos de ellos ya universitarios. Nuestro lema es “Podemos porque creemos que podemos” y realmente éste es un proyecto continuo.
Nuestro objetivo final es disminuir el sufrimiento humano para estos niños que han tenido la desgracia de nacer en un mundo tan injusto. Luchar para darles una oportunidad para que en un momento determinado puedan elegir su propio destino, como nuestros niños españoles, y dejen de ser esclavos. Que no tengan que limpiar zapatos o cristales con ocho años y tengan la opción de ser niños, no adultos en miniatura como ahora, ignorados y perdidos por las calles.
¿Con qué apoyos cuenta Fundación Amazonia o cómo se organiza para llevar a cabo proyectos como el de Bolivia?
Tenemos un grupo de voluntariado importante y de hecho tenemos muchas más solicitudes de las que podemos aceptar. Llevamos a cabo conciertos con la UIB en Palma y con la Complutense de Madrid. Hay que ver el impacto que le produce a un voluntario al estar in situ en programas como el de Bolivia. Para ellos ver la realidad cara a cara es un antes y un después en sus vidas. Muchos de ellos son jóvenes, muy ilusionados y un poco niños de papá vuelven con un crecimiento personal importante.
También disponemos de un apartado de apadrinamiento de niños por parte de niños, que en nuestro caso es un poco singular. Los niños de aquí apadrinan a un niño de su edad boliviano, así se mentalizan, tienen sus fotos en casa y se preocupan de verdad por su estado, por si su apadrinado tendrá frío o necesitará unos zapatos con lo que administrará entre sus ahorros o regalos de cumpleaños para poderle comprar lo que necesita. De esta forma se desarrolla el espíritu solidario desde la infancia porque eso no se puede improvisar con la edad. La suerte de dar, ésa es la gran felicidad porque recibes mucho más.
Por último, el 1 de junio organizamos una fiesta en el Palacio March, que nos lo ceden desinteresadamente, para que la gente conozca nuestra labor y en la medida de sus posibilidades contribuya.
La época de asignaciones públicas para las ONGs parece que acabó. ¿Cómo se implica en esta labor a la iniciativa privada?
Un mensaje que me gustaría mandar es el tema de la participación de las empresas o de los colectivos en los proyectos. El concepto de la caridad tradicional eso se ha acabado. Todo ha evolucionado, la globalización, las nuevas tecnologías… Cuando pienso en ofrecer un proyecto a alguna empresa o entidad lo que pienso es en ofrecer la participación en el mismo, la satisfacción de contribuir de forma concreta a la realización de una determinada labor o acción, más allá de los donativos de antaño. Por ejemplo, ahora desarrollamos una guardería solidaria cuyo proyecto, como todos, se definen y coordinan a la perfección y yo lo ofrezco participar en esto, aportar su grano de arena y se le pregunta cómo quiere que sea, que ideas ha pensado también como mecenas para que se puedan valorar e incluir en el desarrollo. Nuestros proyectos son totalmente transparentes y todos los que participan en él pueden saber en cada momento a qué altura se está y cuáles son los siguientes pasos que se van a dar.
Además de que todas estas aportaciones cuentan con mucha desgravación, al final el nombre de tu empresa está allí, en una placa que reconoce tu aportación porque nosotros, realmente, solo hacemos de intermediarios. Participar en esto de una forma muy activa es absolutamente gratificante para las empresas que tienen aplicada la responsabilidad social corporativa y para la iniciativa privada en general.
Un recuerdo imborrable o un testimonio que guarda de todos estos años de compromiso solidario.
Un recuerdo imborrable asociado a esta etapa de Bolivia para explicar por qué nos dedicamos a los niños de la calle. Llegué a Bolivia y me hospedaba en un hotel. Soy muy madrugadora y me gusta mucho vagar por las calles. Me levanté a las seis de la mañana y salí a dar un paseo por Sucre, la antigua capital. Las calles estaban desiertas y en silencio hasta que llegué a una plaza con un tremendo bullicio y ambulancias y pregunté qué sucedía. Me respondieron: “Es que se ha muerto un niño”. Tuve la suerte o la desgracia de ver a aquel niño en el suelo. Esos niños buscan cobijo para dormir por la noche, el frío del altiplano es enorme con temperaturas extremas. Se meten en cajeros o se suben a los árboles que son muy frondosos y tienen mucho follaje. Aquel niño se subió a un árbol, se quedó dormido y se estrelló. Aquella imagen del niño en el suelo me revolvió y me dije “esto no puede ser” y decidí en aquel instante que iba a hacer lo imposible para que eso no sucediera. Aquello me quedó impreso como algo imborrable, en contraste con la vida de nuestros niños de occidente.
Tiempo después escribí un libro, “Las flores de mi llanto”, donde queda plasmado ese impacto que causó en mí cuando descubrí Bolivia, donde los niños valen menos que los hidrocarburos. Es un país que progresa, con un PIB que aumenta y unas ciudades que avanzan pero con unas desigualdades tremendas entre la clase media alta y la clase pobre. Allí los niños siguen siendo una lacra, ellos no votan. Muchos de ellos son indígenas y están sumergidos en una espiral de extrema pobreza.
A cuándo y a qué se debe su relación con Bufete Buades.
Teresa es mi sobrina política y el hecho de ser pediatra de tus sobrinos te aporta una cierta ascendencia sobre la familia. A Joan y Teresa les tengo mucho cariño y aunque no coincidimos demasiado se mantiene esta relación especial. En una ocasión Teresa, que es un mujer muy singular y con mucho corazón, tenía que venir conmigo a uno de los primeros viajes de la asociación pero finalmente le resultó imposible. Es un placer contar con su presencia en nuestra próxima fiesta a la que ya ha confirmado su asistencia.